Cuando piensas en la República Checa piensas en Praga. Y con toda la razón, ya que Praga es una de las capitales con más encanto y belleza de Europa, y la joya de la historia checa.
Y es que su precioso centro histórico, declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO, y con obras irrepetibles como el Puente de Carlos, la Plaza de la Ciudad Vieja y el espectacular Castillo que vigila la ciudad desde una imponente colina, hacen de Praga una de las ciudades más románticas del mundo. Sus callejuelas empedradas, sus acogedores cafés, su tenue luz amarillenta y el ambiente bohemio de los tranvías recorriendo la ciudad, invitan a los turistas a descubrirla poco a poco, saboreándola como el buen vino.
Pero Praga tiene asimismo una versión cosmopolita, heredada de su pasado esplendor, cuando a principios del Siglo XX fue un auténtico laboratorio de modernidad, marcando tendencia y generando corrientes tan vanguardistas como el cubismo y el funcionalismo, entre otras. Tiendas de diseño, restaurantes con estrella Michelin, barrios ecochic como Karlin y joyas arquitectónicas como las que presiden la nueva “city” de la ciudad, nos hacen sentir que la “Ciudad de las 100 torres”, o la “Ciudad dorada”, también tiene ganado el olimpo en el Siglo XXI.
Aunque la monumentalidad de Praga es inigualable, para que tu experiencia sea completa y puedas descubrir el auténtico encanto de la República Checa has de visitar otras zonas del país, y gozar de la riqueza cultural y natural que inunda muchos de sus núcleos urbanos. En este sentido el país, que alberga nada más y nada menos que 12 monumentos protegidos por la UNESCO, está repleto de ciudades históricas, castillos antiguos y palacios espléndidos, catedrales majestuosas, balnearios glamurosos e iglesias maravillosamente decoradas.
En esa herencia el barroco ha sido uno de los estilos que más huella ha dejado, especialmente en ciudades como Olomouc, cuya Columna de la Santísima Trinidad, erigida para agradecer el fin de la peste en el antiguo Reino de Bohemia, representa el máximo esplendor de una corriente artística que tiene su propia versión checa: el barroco checo.
Otro de los núcleos urbanos que merecen un paseo desde Praga es Brno, la segunda ciudad más importante del país. Además de su animado ambiente, propio de las urbes estudiantiles, destaca su preciosa y variada arquitectura, con esbeltos edificios por los que hay quien la apoda “la pequeña Viena”, y por joyas propias de la época moderna como la Villa Tugendhat, inscrita también en el Patrimonio de la UNESCO.
Pocos países viven un despertar tan mágico y deslumbrante como el que protagoniza cada año este bello país con la llegada del buen tiempo. Dos lugares muy recomendables para asistir a ese florecer de la campiña checa son los jardines de Kromĕříž, repletos de laberintos, fuentes e invernaderos, y el complejo de Lednice – Valtice, cuyo imponente palacio compite en belleza con el maravilloso parque que lo rodea, y que se puede visitar a pie o recorrer en bicicleta.
Pero si hay un lugar que merece ser visitado sobre dos ruedas, ése es la zona cercana a la ciudad de Mikulov, al sur de Moravia. A parte de la belleza del lugar, surcado por viñedos ancestrales, vale la pena descubrirlo haciendo paradas en sus distintas bodegas para catar sus excelentes vinos blancos. En ellas el visitante podrá comprobar que, al igual que la República Checa es mucho más que Praga; también es mucho más que su famosa cerveza.
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